Caía la tarde en la playa.
Las olas del mar besaban
las rocas desgastadas por
el tiempo.
El viento con su suave briza
apenas rosaba la túnica que
cubria el cuerpo de María.
Sus ojos cristalinos miraban
extaciados la belleza del paisaje.
Más una tristeza invadia su corazón.
Alguien le dijo esa tarde que devía
arrancar de su vientre ese ser tan esperado.
María corrió alocadamente hasta caer
sin fuerzas sobre la arena tivia de la playa.
Más de pronto frente a ella una figura diviso.
Sus cabellos eran color de los trigales,
sus ojos verde mar,sus blancas manos
la apretaron contra su pecho.
Sus labios palabras dulces dijieron.
-Deja que tu garganta desgarre en fuerte
cascada éste dolor.
-Que de tus ojos lágrimas afloren,deslisándoce
cual perlas de roció sobre tus mejillas.
-Y luego con calma cuéntame tu pena.
Clma sintió María en su corazón.
Sintiéndoce muy pequeña elevo su mirada
hacia el cielo griz antes y ahora azul profundo.
Sus manos acariciaron nuevamente su vientre
sintiendo a su niño,ese pedacito de cielo.
Con voz entrecortada solo dijo
-Me han dicho que no devo tener a mi niño
que es inútil su espera,que no vivira.
Más esa manos dulcemente tomaron las suyas
y con voz llena de ternura le dijo.
-Ten fe y pídele a Dios por tu niño,él te escuchará
con su inmenzo amor.
-Y cuando tus fuerzas no puedan sostenerte
¡llámame! porque yo estaré a tu lado y luego se alejo.
María acaricio su vientre suavemente,una pluma blanca
cayó a su lado,la levanto y entonces supo que no estaba
sola.
Porque a su lado estaría su querido Ángel.